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Luis Ivars

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A la escultura «El Violinista Toxico»

Esta escultura es antena sonora. Monolito que acoge, organiza y proyecta el sonido. Y el sonido es, desde el principio de los tiempos, consecuencia inseparable del “todo”. Es rasgo y esencia de la materia. Sempiterno compañero de viaje, alumbrando conciencias y apagando sombras. En nuestra carrera por la historia lo organizamos para convertirlo en música. En lenguaje terreno y lenguaje del mas allá. En lenguaje de tránsito a otros universos donde ya moraba el sonido primigenio. En vehículo de trances, ceremonias y expresiones del alma. Del alma de lo oscuro y de lo luminoso. Del bien y del mal. De la infinita espiral del implacable “tiempo”…

Y El Violinista Tóxico lo recoge inmutable a la emoción, para ser eterno y atemporal. Para ser todas las músicas. Las pasadas y las que están por nacer. Todas tienen aquí una parada para respirar, organizarse, crecer, y viajar de nuevo al espacio y el tiempo.

El Violinista no se pregunta qué es la música, ese lenguaje que desde la abstracción mejor ha descrito el alma humana, porque el Violinista es, en su deambular por el tiempo de la historia, la génesis y el fin de todos los sonidos. Y para vengarse del mal, llena el tiempo de armonías. Marca cadencias en el espacio. Incansable antena sonora.

Luis Ivars
Compositor de Bandas Sonora

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