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Dr. Javier Licandro

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A la escultura «Abyssal Monolith»

Esta monumental escultura de Viktor Ferrando transmite con descarnada crudeza la rigidez y el frío de este pequeño mundo que habita más allá de los limites del sistema planetario. Un mundo helado, árido y duro, que sufre temperaturas que rondan los 230 grados bajo cero, casi sin luz y corroído por un entorno plagado de radiaciones para el que casi no tiene defensas. Un pequeño mundo a su vez terrorífico y cambiante, con zonas en tonos de ocre allí donde la intensa radiación de los rayos cósmicos ha tenido tiempo de transformar el hielo de metano, nitrógeno y otro volátiles en complejas moléculas orgánicas, y blancos allí donde el metáno y nitrógeno de la tenue atmósfera plutoniana ha vuelto a congelarse y depositarse recientemente.

 

Y transmite a la vez la sensación de un mundo frágil, que parece flotar sutilmente guiado sobre unos rieles que recuerdan su alargada órbita alrededor del Sol, y movido por las ruedas de la mecánica Newtoniana. Todo nos recuerda que Plutón se mueve, que pasa la mayor parte del tiempo a enormes distancias del Sol y sólo cada tanto y por un breve período, se acerca cruzando la órbita de Neptuno, como recordándonos su presencia. Período en el que logra calentarse un poco y recuperar la tenue atmósfera que se había helado y colapsado durante su visita a los confines del Sistema Sola.

 

A pesar del contraste entre el rígido metal del Monolito Abysal, y la frágil estructura de hielo y silicatos que forman a Plutón, la obra de Ferrando logra trasladarnos las sensaciones de estar ante un mundo hostíl y lejano como Plutón

Dr Javier Licandro
Investigador Severo Ochoa del Instituto de astrofisica de Canarias(IAC).

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