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Javier Sabadell

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A la escultura»Aggressive Xpansion»

atrás. El director general de una de las plantas de galvanizado adheridas a la ATEG me lo recomendó encarecidamente cuando preparaba, en 2011, los contenidos para una Feria de Construcción que se celebraba en Elche. “Tienes que conocer a Víktor”, me dijo, “realiza unas obras espectaculares. A nosotros nos ha regalado una escultura muy singular. Te la ofrezco para el stand de la Asociación”. Ése sí fue mi primer contacto con Víktor y con su empeño por construir arte usando acero. Y zinc. Porque aquella pequeña pieza era un homenaje al zinc que empleamos los galvanizadores para proteger el hierro de la oxidación y preservarlo para la eternidad.

Enseguida descubrí la verdadera imponencia de los sueños artísticos de Víktor. Como su Agressive Xpansion: una obra magna, colosal, devastadoramente simétrica, entresacada de un planeta muy lejano alrededor de una estrella muy distante, y cuya fundición parece haberse realizado en la vastedad de los confines del espacio. Es grande, muy grande. Porque su autor parece querer infringir las normas más elementales de la gravedad universal. Erige sus obras hacia lo alto, como queriendo buscar el contento de una divinidad desconocida, subyacente en la mecánica del espacio, mientras aligera mágicamente la percepción del peso desproporcionado de tamaños artefactos como los por él construidos. Coherentemente, en cada nuevo proyecto Víktor parece querer elevarse aún más hacia el cielo. No hay presencia de formas circulares, suaves: la sensualidad permanece ajena a la mirada desconcertada del espectador, que encuentra en ese amasijo sabiamente ordenado de hierros la venganza al caos y al desorden que impera en cualquier otra parte del mundo cuando de chatarra se habla.

A ese compendio de esculturas que Víktor ha construido, o simplemente proyectado, lo denomina Planet Ferrovia, porque emplea materiales de desecho de los tendidos ferroviarios y porque con ellos quiere interpretar las musicalidades que desprenden los planetas de nuestro sistema solar. Es evidente que el autor contempla el cosmos desde la humildad de nuestro tamaño animal, pero igualmente desde la arrogancia (bien justificada) de una inteligencia, la nuestra, que pretende abarcar las inmensidades del espacio profundo. Me hubiese sorprendido, desde este punto de vista, contemplar obras discretas, pequeñas, juguetonas, incluso blandas o húmedas, a la hora de emular los entes que orbitan alrededor del Sol. Y no por falta de ingenio, porque Víktor puede hacer con el acero todo aquello que se proponga: le sobra talento y técnica. Pero basta dos frases intercambiadas con él, perdidas entre su mirada inquieta e impaciente, que nunca descansa ni se detiene, para advertir que ha plasmado en Planet Ferrovia su particular concepción del arte y de la naturaleza: algo mucho más grande e inasequible que la comprensibilidad de algo tan minúsculo como es el ser humano. Víktor, por tanto, no puede sino ser asimismo colosal, gigantesco, poderoso, un cíclope que forja entendimientos a base de martillazos, poleas, músculo y mucho sudor. A veces le sugiero que encuentre otros misterios alternativos, que mire en los ojos de su novia, Natasha, y descubra las benignidades de la blanda esfera y el suave arco. Pero es pura arrogancia y presunción por mi parte: él es un titán, y hasta que no finalice el hercúleo empeño en que se ha comprometido con la Historia, hará caso omiso a estas veleidades propias de ingenios muy inferiores al suyo.

Ignoro cuándo se detendrá, ni si lo hará siquiera. Le imagino cubriendo las distancias celestiales, las evoluciones galácticas, los elípticos discursos planetarios a lomos de estas obras gigantescas y hechizantes que crea con sus manos. Es posible que, por tal motivo, se encuentre capacitado para alcanzar la eternidad. Como eterno es el universo. Como eterno es el mundo de las ideas sabiamente reveladas por una mente tan genial como es la suya. Y en tal propósito de perpetuidad inagotable, el acero y el zinc seguirán proporcionándole las palabras con las que él elabora estas almas de metal subyugadoras (y espero que este consejo sí me lo agradezca…)

Javier Sabadell
Secretario General ATEG

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