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Felipe Garin

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A la escultura «Agressive xpansion»

EL NEPTUNO DE VIKTOR FERRANDO

En los tiempos que corren, cuando la estética es palabra –y concepto- desgastada cuando no ignorada, la brújula del arte –sus convenciones, sus normas, sus anclajes históricos- parece desorientada como si andase por las proximidades del triángulo de las Bermudas. Para los que convertimos el fenómeno artístico en historia contada o narrada –bueno será recordar que precisamente en este año 2013 se cumplen cien de la instauración en España, lamentablemente de forma más tardía que en otros países europeos, de la cátedra de Historia del Arte, promovida, casi creada por el valenciano Elías Tormo- nos resulta difícil encuadrar ciertos fenómenos de esa disciplina, aunque acabemos haciéndolo guiados por una que podríamos llamar, intuición cognitiva, que en su tiempo hizo asumir por ejemplo como arte las provocaciones de Duchamp o ciertos trabajos de ingeniería donde los problemas- o mejor las soluciones- técnicas había que compatibilizarlos con esa nueva estética renovada, como sucede con el propio lenguaje ante los avances humanos.

Viktor Ferrando se inserta ahí, con sus portentosas esculturas (¡), sus estructuras ciclópeas y su hábil manejo –sin perecer en el empeño- de materiales nada gratos para su manipulación aunque con resultados sin duda sorprendentes.

Nos invita en esta ocasión a un recorrido con monstruos de marcada estructura férrea, rítmica y violenta a un tiempo, que simbolizan, o lo intentan, esas convenciones clásicas, dado que nuestra esencia griega sigue viva a través de los siglos aunque tratemos de compaginarla con otras fuentes culturales fruto de nuestra facilidad de ensamblaje con lo que nos llega…

El misterio de los orígenes lo han intentado domesticar los hombres con la solución mitológica a escala humana –es un decir- creando todo un conjunto de dioses que sin renunciar a sus reacciones o pasiones humanas, dominan sin embargo las diversas partes del universo.

Neptuno en este caso, es mi reto. Nada mejor que recordar que este dios –el Poseidón de los griegos- fue primigeniamente dios del cielo, entendido éste como aguas superiores (lluvia,nubes,niebla) y también dios del mar, tal vez algo así como un dios caído, con ese tridente como símbolo que lo aproxima al rayo y a la furia. El psicoanalista dirá que el océano es el reducto de los abismos del subconsciente y de los mares desordenados de la vida. Sus tempestades son el reflejo de las pasiones humanas y Neptuno, hijo de Saturno y hermano de Júpiter y Plutón, elige el mar como su morada provocando todas sus tragedias. En estos últimos años un fenómeno antiguo –con denominación popular moderna, el tsunami- ha puesto tristemente de moda el poder inabarcable del mar, del mar de Neptuno, del mar de Poseidón, pero también del Neptuno planetario componente del sistema solar.

Opta Viktor por representarlo en una pieza inmensa, convertida toda ella en un multidente (permítasenos el neologismo) neptuniano, incapaz, eso sí, de elevarse en el cosmos, a no ser con la ayuda del cíclope homérico, y anclado en la tierra tratando de provocarnos sorpresa, desconfianza, miedo o tal vez una misteriosa desazón que acaba por apoderarse de nosotros..

Esa atracción fatal es la que Ferrando manipula en nombre de ese planeta solar, el más alejado de su sistema, con una masa diecisiete veces mayor que la de la tierra, intuido por Galileo aunque descubierto por Galle en 1846, dinámico, con vientos y tempestades que el Voyager 2 se encargó de confirmar en 1989, y con una órbita solar de 165 años terrestres.

Magnitudes difíciles de asumir y que Viktor intenta controlar y presentar ante un público entre sorprendido y conquistado…

​​​​​Felipe Vicente Garín Llombart
​​​​​Catedrático de Historia del Arte y director gerente del consorcio de museos de la comunidad valenciana.

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