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Joan J. Gregori berenguer

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A la escultura Minotauro Furioso

La obra de Víktor Ferrando es la obra de la magia y el Mito actualizados. De lo oscuro y tenebroso, pero al mismo tiempo de lo veraz, porque sale de la tierra misma. Sus figuras reconstruyen el Mito más primigenio, yuxtaponiendo elementos que por sí mismos significan otras cosas. Elementos materiales que proceden de una vida anterior y resucitan en las manos de Víktor al darles una función nueva y la oportunidad de formar parte del Mito y de la historia recontada. El autor comprende a sus materiales, que están hechos de metal, siente sus sonidos y la vida que han tenido, de su tradición folk. Por otra parte la razón de su mediterraneidad, aparte de en el origen del Mito siempre buscado, reside en su comprensión de los metales. De lo que fueron y de cómo sus formas responden a la energía de la herrería y el oficio, formas que son portadoras de antiguos saberes de quienes antes que él usaron de esas formas. En la primera etapa del creador –que se corresponde principalmente con sus tres primeras esculturas y podríamos considerar su etapa etnográfica—lo podemos ver perfectamente. En El Minotauro furioso se conjugan más de diecisiete objetos e instrumentos del pasado, que separadamente, cumplían una función que para muchos parecería incomprensible a la vista de cómo se disponen en la obra. Aunque, inevitablemente, cada una de esas funciones existía y todavía se contiene en ellos: rociar, remover, cortar, airear, recoger, perforar, horadar, sujetar, cerrar, apretar, impactar, comprimir, abrir o transportar. Todos los elementos que antes se entendían de forma separada y sin ver entre sí, hoy están juntos y se entrelazan formalmente encontrando la razón de su significado en la reconstrucción del mito.

En el Minotauro de Víktor el antagonismo prístino entre el bien y el mal nos abre paso a lo único realmente importante, la génesis del relato. Es la historia también del laberinto, en el que desde el primer momento se encuentra prisionero el mismo relato, porque si no, la propia creación del Minotauro no tendría sentido. De este modo, la aberración pierde su carácter monstruoso y nos revela su lado humano, increíblemente humano. Este Minotauro, como toda la obra de Víktor en general, nos habla del origen de lo humano frente al sueño de su propia maldad. Los elementos que lo conforman, los instrumentos de una cultura secular, son los instrumentos con los que el hombre se ha hecho a sí mismo, con los que ha trabajado fundamentalmente su propio entorno. Por eso cuando son llamados por la mano del artista a formar parte del Mito y de su construcción, nos cuentan la historia del Minotauro desde el lado humano del ser. La nueva función que se le otorga a los materiales es la de redefinirnos el hombre desde la perplejidad del que se encuentra perdido, del aquel que es consciente de para qué fue creado, pero no es ungido con el don de la igualdad con el resto de los creados, y ello lo hace ser especial y diferente. Se trata de una figura insaciable y angustiada en la búsqueda de una salida que nunca puede intuir, y que ningún tributo de los atenienses puede redimir.

Tal vez por ello, este Minotauro se encuentra tan furioso, reconociéndose en su humanidad pero sabiendo que está condenado a vivirla parcialmente, o al contrario, a no vivirla plenamente jamás. Como esos elementos instrumentales que lo componen y que ya no cumplen la función para la que fueron concebidos y utilizados, aunque se les permita una segunda vida que les otorga un desgraciado sentido: el de formar parte del Mito que les obliga a confrontar su humanidad frente a un supuesto Teseo que nunca vendrá a quitársela por la espalda. También tal vez por ello, la yuxtaposición de los objetos nos acaba presentando un Minotauro bifronte, en otra recuperación mítica de la dualidad clásica, cuyo rostro lo podremos percibir de ambos lados y él siempre tendrá un ángulo desde el que vernos. Éste es un Minotauro que nunca se imaginará una traición de su Ariadna particular, porque el laberinto en el que se encuentra no podrá ser penetrado ni desentrañado por nadie, ni por el contrario él será capaz de penetrar o inventar una salida, aunque incluso sea capaz de ver por dos lados opuestos. Simplemente su furia se queda en el reconocimiento de la imposibilidad de volver a ser las diferentes piezas e instrumentos, con las diferentes funciones que en su día fue, y que Víktor con maestría supo juntar. De este modo atrapó a su criatura, le redescubrió su humanidad, y le obligó a formar parte de su propio Mito. Sólo que de este Mito no será posible dejar de formar parte, y por eso este Minotauro está realmente tan furioso. Él quiere ser como nosotros, y de alguna manera, a través de sus componentes siempre lo será, pero en ésta su nueva forma él mismo es el laberinto del Mito. Un último ruego, no se acerquen mucho, este Minotauro está realmente muy furioso.

Joan J. Gregori Berenguer
Director del MUVIM

 

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