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Joan Seguí

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A la escultura «El triunfo de Mercurio»

Primera escultura del Autor.

La sociedad tradicional ha generado un importante volumen de herramientas y útiles diversos. Cada uno de estos elementos, heredados de tradiciones diversas, adaptados de otras culturas o construidos ex profeso para cubrir una necesidad técnica concreta, construyen hoy el universo objetual que define una de las metas de estudio principales de los etnógrafos. Una hoz, un martillo, los útiles de trabajo de un herrero, de carpintero, las azadas… Todos y cada uno de estos elementos contienen volúmenes de información que a modo de “cajas negras” acaban proporcionando, una vez analizados convenientemente, una inestimable información sobre aspectos tan variados como la técnica de uso, la de construcción, la existencia de determinadas especializaciones laborales, o incluso la de referencias sociales. Son en definitiva objetos cargados de significado. En la mayoría de los casos son también objetos que han dejado de servir, superados por una tecnología más avanzada o simplemente descontextualizados por los profundos cambios socio-económicos que han transformado los espacios rurales desde al menos la segunda mitad del siglo XX. potencialidad simbólica la que Ferrando esta explotando para construir su escultura. Técnica y estética, pero también memoria, referencia a experiencias vividas, el recuerdo de un tiempo pasado, a menudo la nostalgia, quizá el dolor… Éstas y otras connotaciones son en realidad la materia prima que el escultor de Calp modela, desarrollando una especia de estratigrafía de simbolismos, reformulando la identidad del objeto propio de la sociedad tradicional para convertirlo en algo súbitamente nuevo, provocador. Es a partir de estos materiales, que Viktor Ferrando decide empezar a modelar su obra El Triunfo de Mercurio, su pieza más temprana, realizada en 2003, y en la que el escultor apunta ya de forma nítida el que será su camino estético y conceptual. La escultura representa un combate aéreo entre dos figuras que reflejan la tensión del momento. Ferrando combina aquí sus conocimientos del movimiento en el combate cuerpo a cuerpo –debida su afición a las artes marciales-, con el modelado dramático de hierros yuxtapuestos en mil direcciones. La estructura de la obra se sujeta sobre un bastidor construido a base de varillas, el conjunto se erige en un árbol de levas a modo de propulsión del combate figurado. Es al nivel del detalle cuando se observan las peonzas, las palas de arado, los fragmentos de cadenas, las horcas. El escultor, artista sensible e inteligente, elige de forma consciente ese universo de materia vivida, al que rescata de su olvido para recomponerlo a través de su trabajo en una forma escultórica de extraordinaria vigor. Ferrando se mueve así en el campo simbólico del objeto, trabaja sobre él para reemplazarlo en un nuevo significado: el de la obra de arte que crea ex novo. Csikszentmihalyi y Rochberg-Halton ya platearon que las “transacciones” entre los individuos y los objetos que crean constituyen un aspecto central de la condición humana (1999), y es justamente esa potencialidad simbólica la que Ferrando esta explotando para construir su escultura. Técnica y estética, pero también memoria, referencia a experiencias vividas, el recuerdo de un tiempo pasado, a menudo la nostalgia, quizá el dolor… Éstas y otras connotaciones son en realidad la materia prima que el escultor de Calp modela, desarrollando una especia de estratigrafía de simbolismos, reformulando la identidad del objeto propio de la sociedad tradicional para convertirlo en algo súbitamente nuevo, provocador

Joan Segui
Director del museo etnologico de Valencia

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