Cuando la nave U.S.C.S.S. Nostromo viajaba por los mares de estrellas de la galaxia a la Tierra, y la alerta del computador central llamado “Madre” hacía abrir las cabinas de crionización, descubrimos a una de las heroínas más increíbles del cine, la Teniente Ellen Ripley con su fiel mascota. Su alta figura, sus rasgos masculinos y su canon de belleza alejado de las heroínas de los cuentos de hadas y más cerca de las Valkirias. Enamoró e impactó a toda una generación que soñábamos con viajes estelares, espadas láser y en unirnos a los rebeldes contra las fuerzas imperiales. Con ella, descubrimos el miedo a la oscuridad y a lo desconocido. La humanidad siempre ha estado mirando al espacio buscando a los extraterrestres, pero nunca habíamos soñado que éstos eran tan peligrosos. Cuando miras, no al cielo, sino a los 3 metros de la obra de Viktor Ferrando, te sientes como si te hubieras tele transportado al futuro de las películas de Aliens. Metrópolis o al pasado helenístico, de la Victoria alada de Samotracia. Por sus formas futuristas de corte clásico e igualmente innovadoras, donde su brillante color metalizado plata parece un robot o una nave espacial, con la perspectiva de sus cables atirantado simulando la acción, nos muestra una obra magnifica de grandes proporciones, que podría ser el mascarón de una de las naves del futuro galáctico que nos espera a la vuelta de la esquina, quizás conducida por la Teniente Ripley, aunque espero que sin ningún Aliens a bordo.
Nacho Carballo Director de Cine
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